La Naturaleza de la Justificación

 "¿Qué, pues, diremos que halló Abraham nuestro padre según la carne? Que si Abraham fué justificado por la obras, tiene de qué gloriarse; mas no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Y creyó Abraham á Dios, y le fué atribuído á justicia. Empero al que obra, no se le cuenta el salario por merced, sino por deuda. Mas al que no obra, pero cree en aquél que justifica al impío, la fe le es contada por justicia" (Romanos 4:1-5). 
(Pasaje completo del 4:1-25 lo hallará abajo).


 A veces, como misionero evangélico en un país con una larga tradición religiosa, las personas me hacen el siguiente comentario: "Ya tengo mi religión, y creo que mi religión es tan válida como la tuya. Después de todo, todos creemos básicamente lo mismo. ¿No es cierto?"

 Cuando me hacen esta pregunta, suelo contestar con otra pregunta, "Según tu religión, ¿cómo pueden las personas estar en buena relación con Dios? Si somos pecadores y si hacemos cosas que no agradan a Dios, ¿cómo podemos estar seguros de que todo está bien entre Dios y nosotros? Realmente, no hay pregunta más importante para el ser humano. Somos criaturas mortales, destinados a morir después de unos pocos años en la tierra. Delante de nosotros hay una larga eternidad y una cita con nuestro Creador que no podemos evitar.

 ¿Cómo podemos estar seguros de que las cosas irán bien con nosotros en el día del juicio final? "Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio" (Hebreos 9:27) Si una religión nos da una respuesta falsa a una interrogante tan importante, es peor que inútil. Así que, no todas las religiones son igualmente válidas. De hecho, solamente aquella fe que concuerda con lo que dice la Biblia sobre esta pregunta fundamental-- ¿cómo puedo estar bien con Dios?-- es válida y digna de ser recibida.

 Pero... ¿Cuál es la respuesta bíblica a esta pregunta tan importante? La respuesta se resume en una palabra, a saber, "justificación." Para estar bien con Dios aquí en la tierra, y para tener la seguridad de que las cosas irán bien con nosotros en el último día, tenemos que ser "justificados" por Dios.

 En Romanos 4:1-12, el apóstol Pablo nos explica tres verdades importantísimas sobre la justificación. Cualquier enseñanza que niegue estas tres verdades queda bajo la condenación de Dios como "otro evangelio." "Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema" (Gálatas 1:8) ¿Cuáles son estas tres verdades fundamentales acerca de la justificación?

 1. La justificación es exclusivamente por la fe , y no por obras de justicia que hayamos hecho. (Léase los vs. 1-5.)

 En el capítulo 3 de Romanos, el apóstol Pablo explica cómo Dios justifica al pecador por la fe en Cristo, aparte de las obras de la ley. En el capítulo 4, demuestra cómo esta verdad se ve ilustrada en las vidas de Abraham y Davíd. Quiere que sus compatriotas judíos se den cuenta de que la doctrina que él está enseñando no es una novedad, sino que se ve con claridad en el Antiguo Testamento.

 Primero, habla de Abraham, el que los judíos llamaban "nuestro padre." Sin lugar a dudas, Abraham fue un gran hombre de Dios. Dios mismo le llama en la Biblia "mi amigo Abraham" (Isaías 41:5). Además, Dios afirma que Abraham era un hombre que obedecía la palabra de Dios. "...oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos, y mis leyes" (Génesis 26:5). Aunque Abraham vivió siglos antes de que Dios diera su ley en forma escrita en el monte de Sinaí, había recibido mandamientos de Dios --por ejemplo, el mandamiento de salir de la tierra de sus padres, o de ofrecer a Isaac su hijo-- y, por la fe, había obedecido esos mandamientos.

 Sin embargo, no fue "justificado" (declarado justo ante Dios) por su obediencia a los mandamientos de Dios. ¿Cómo lo sabemos? Porque la escritura dice, "Y creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia." Es decir, Abraham no entró en una relación pacífica con Dios por las buenas obras que hizo. Las buenas obras que hizo fueron el fruto de su confianza en Dios y sus promesas. Si no hubiera creído las promesas de Dios, nunca hubiera obedecido los mandamientos de Dios. Por ejemplo, si no hubiera creído que Dios le iba a mostrar una tierra y dársela en herencia, nunca hubiera dejado la casa de su padre. Dios primero le hizo la promesa;

 Abraham, confiando en la fidelidad de Dios para cumplir su promesa, obedeció. Su obediencia a los mandamientos de Dios surgió como fruto de la fe que tenía en las promesas de Dios.

 Ahora bien, según dice Pablo en Romanos 4, en Abraham se ve con claridad que el pecador es justificado por la fe y no por las obras que hace como fruto de la fe. En Génesis 15, Dios se le apareció a Abraham y le aseguró que El era su escudo y que su "galardón sería sobremanera grande." Dios ya le había prometido un hijo, pero aún no se cumplía la promesa. Fue entonces que Dios le dijo que mirara las estrellas. "Así será tu descendencia", le dijo; y Abraham creyó la promesa de Dios. La palabra hebrea "creyó" significa "decir amén." Fue esta fe en Dios y sus promesas la que le fue contada por justicia.

 Fijaos bien: Dios no justificó a Abraham porque había cumplido algún requisito de la ley divina. No fue por alcanzar cierto nivel de justicia o santidad personal que recibió el título de "justo." Simplemente estaba convencido de que Dios "era capáz de hacer todo lo que había prometido, por lo cual también su fe le fue contada por justicia" (Romanos 4:21-22).

 Mas tarde, la fe de Abraham se mostró en actos de obediencia a los mandatos divinos, mas, fue justificado en el momento de creer en las promesas de Dios. Por lo cual, Pablo llega a la conclusión de que la justificación viene exclusivamente por la fe y no por las obras que hacemos como fruto de esa fe.

 Para que esta verdad quede grabada en nuestras mentes, Pablo contrasta al hombre que trabaja y recibe un salario con el hombre que no trabaja, y recibe un regalo. (Léase los vs. 4-5)

 El trabajador no considera su salario un regalo; ¡lo ve como una deuda que su jefe le debe! Al trabajar para una empresa, el trabajador obliga a dicha empresa a pagarle un salario. Si no lo hace, el trabajador puede poner pleito contra su empresa porque no le ha pagado lo que le debe. Los judíos veían la justificación así, a saber, como una deuda que Dios tenía que pagarles por haber trabajado para él. Su actitud era así: si nosotros hemos hecho las obras que Dios nos mandó en su ley, ahora él tiene la obligación de premiarnos con la vida eterna. Si no lo hace, es un Dios injusto. Veían la justificación como el salario que uno recibe por haber hecho un trabajo.

 Sin embargo, dice Pablo, Abraham no fue justificado así. "Considera a vuestro padre Abraham"; no fue justificado por obras. Sólo confió en Dios, y su fe le fue contada por justicia. Abraham representa el hombre que "no trabaja" y, no obstante, recibe un regalo de dinero. Imagina que tú estás en un paro, y una empresa te llama y te dice, "Has sido escogido para recibir una gran suma de dinero; sólo tienes que recoger el cheque e ingresarlo en tu cuenta." Por la fe, recoges el cheque y lo ingresas. ¿Cuántas horas has trabajado para la empresa para ganar ese dinero? Ni un minuto, porque es un regalo. Lo has recibido gratuitamente. Te fue ofrecido y, por la fe, lo cogiste y lo ingresaste en tu cuenta.

 Así es como Dios justifica a los pecadores: no como el salario que un jefe les debe a sus empleados sino como el regalo que un Benefactor le ofrece a los mendigos. "A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche" (Isaías 55:1).

 Esta es la primera verdad que tenemos que entender sobre la justificación, según Pablo nos dice en Romanos 4. La recibimos por la fe, exclusivamente; no la ganamos por obras.

 2. En la justificación, Dios no nos hace justos, sino que nos declara justos. (Léase los vs. 6-9.)

 Esta verdad se ve con claridad en los verbos que Pablo usa para describir la justificación en los vs. 6 al 9. Cuando Dios justifica al pecador, primero perdona sus iniquidades. ¿Cómo las perdona? Cubriéndolas para no ver más la ofensa contra su santidad infinita. Si nuestros pecados están cubiertos, ya no queda lugar para inculparnos de pecado. Quedamos absueltos y libres de cualquier carga legal contra nosotros. Finalmente, nos atribuye la justicia. Es decir, nos ve y nos declara cumplidores de su ley, en vez de transgresores.

 Todos estos verbos --perdonar, cubrir, no inculpar, atribuir justicia-- hablan de un cambio, no en nostros sino en nuestra posición con respecto a la ley divina. La justificación no significa una transformación interna del pecador por medio de los sacramentos o por la obra interna del Espíritu Santo; significa la absolución del pecador por medio de una declaración divina por parte del Juez de todos los hombres.

 Cuando un hombre comparece ante un tribunal, el juez sólo tiene dos alternativas: absolver al acusado o condenarle. Cuando el juez absuelve al acusado, es porque no encuentra en él ninguna evidencia de haber cometido un delito. Su declaración de inocencia afecta la posición del acusado con respecto a la ley --le pone fuera de todo peligro de condenación-- pero, no produce ningún cambio en el corazón del acusado. El acusado sigue siendo la misma persona de antes: sólo ha cambiado su posición con respecto a la ley.

 Esto es lo que pasa cuando Dios justifica a los pecadores. Al justificarnos, Dios no nos transforma en otras personas, sino que nos absuelve. Siendo nosotros aún impíos (v. 5), Dios nos declara justos. Nos pone en buena relación con respecto a su ley. Nos dice lo siguiente: "No encuentro en ti ningún delito. En mis ojos, has cumplido perfectamente mis decretos. No tengo nada en contra de ti. Así que, te declaro inocente."

 ¿Cómo puede Dios actuar así si es un Dios justo y santo? Solamente por causa de la obra de Jesucristo a nuestro favor. Si Dios no nos inculpa a nosotros de pecado, es porque Cristo fue inculpado en nuestro lugar en la cruz. Si cubre ahora nuestros pecados, es porque fueron expuestos y castigados en el cuerpo de su Hijo en Calvario. Si nos atribuye ahora la justicia, es porque su Hijo obró a nuestra favor, por medio de su obediencia a la voluntad divina, una justicia perfecta que se nos atribuye gratuitamente por la fe. De ese modo, Dios puede ser justo y justificar al pecador sólo por causa de la obra de Cristo a favor de los pecadores.

 A todos los que Dios justifica, también los sanctifica. Purifica por la fe sus corazones (Hechos 15:9). Derrama su amor en sus corazones por medio del Espíritu Santo (Romanos 5:5) a fin de que la fe se manifieste con obras de amor. Pero esta tranformación interna no se debe confundir nunca con la justificación, la cual es un acto previo que nos pone en buena relación con la ley de Dios. Dios nos justifica siendo nosotros aún pecadores (Romanos 4:5). Es un acto definitivo e irrepetible que nos pone fuera de todo peligro de condenación.

 La purificación de corazón y vida que sigue no es la justificación, sino el fruto de la justificación. En la justificación, nuestras obras no cuentan en lo absoluto porque ésta se basa únicamente en la obra de Cristo a nuestro favor. "Justificados --absueltos de toda culpa-- por la fe, tenemos paz con Dios" y recibimos como fruto todas las demás bendiciones espirituales que hay en Cristo Jesus.

 Esta, pues, es la segunda verdad que tenemos que entender sobre la justificación. No significa que Dios nos hace justos, sino que él nos declara justos sobre la base de lo que Cristo hizo a favor de los pecadores.

 3. La justificación se recibe totalmente aparte de ceremonias y ritos (Léase los vs. 9-12.)

 Esta es la tercera verdad que aprendemos en este pasaje sobre la justificación. Si la justificación se basa únicamente en la obra de Cristo y se recibe por la fe solamente, entonces no viene a través de ceremonias y ritos.

 La prueba de esta verdad, otra vez, es el ejemplo de Abraham. Pablo insiste en que el creyente bajo el Nuevo Pacto es justificado de la misma forma en que fue justificado Abraham en el Antiguo Testamento.

 Muchos judíos creían que la circuncisión era un rito que tenía que cumplirse para que los hombres fuesen aceptados por Dios. Creían que por medio de la circuncisión un hombre se convertía en "hijo de Dios." Si Abraham fue justificado por la fe --decían ellos-- no obstante, esta bendición es solamente para los que han recibido la circuncisión, como Abraham fue circuncidado.

 Sin embargo, dice Pablo que cuando Abraham fue justificado, ni siquiera existía el rito de la circuncisión. ¡Dios no le dio la circuncisión hasta 14 años después! La conclusión: si Abraham fue justificado aparte de ritos y ceremonias, por la fe solamente, nosotros, que somos justificados de la misma manera, somos justificados aparte de ritos y ceremonias.

 Algunos hoy en día caen en el mismo error de los judíos. Creen que la justificación viene a través de ritos y ceremonias. Por ejemplo, la Iglesia Católica enseña que, por medio del bautismo, nos convertimos en "hijos de Dios." Dice Roma: "El bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace también del neófito 'una nueva creación, un hijo adoptivo de Dios que ha sido hecho 'partícipe de la naturaleza divina,' miembro de Cristo, coheredero con él y templo del Espíritu Santo". "El bautismo hace de nosotros miembros del Cuerpo de Cristo... De las fuentes bautismales nace el único pueblo de Dios."

 Este es el mismo error de los judíos con respecto a la circuncisión. La salvación viene, no exclusivamente por la fe, sino por medio de ritos y ceremonias. La consecuencia de este error es lamentable. Las personas confian en una iglesia, en una organización que supuestamente actúa en el lugar de Cristo para conferir los beneficios de la salvación. Pero ningún ritual puede salvar al pecador ni hacerle aceptable a los ojos de Dios. El bautismo jamás podría obrar la justificación; sólo da fe de ella en el caso de los que ya han sido justificados por la fe.

 Estas, pues, son las tres verdades que el apóstol Pablo nos enseña sobre la justificación en Romanos 4. Por medio de estas verdades, aprendemos cómo el hombre puede estar en paz con Dios: no por obras, sino por la fe en Cristo Jesus; no por ser hecho justo en sí mismo, sino por ser declarado justo en Cristo Jesus, siendo el hombre aun impío; no por medio de ceremonias y rituales sino por medio de fe en la obra cumplida de Cristo.

 No todas las religiones son iguales. No todas las creencias son válidas. Solamente si nuestra fe concuerda con lo que dice la Biblia, podemos estar seguros de estar en buena relación con Dios. ¿Dónde has depositado tu confianza? ¿Estás confiando en una iglesia, en tus propias obras, sacrificios, y participación en los sacramentos? Si es así, tu fe te defraudará al final. Hay una manera de ser justificado ante Dios, y es por medio de la fe en Cristo Jesus. "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Romanos 5:1).

Escribió: Martín Rizley,
España

Romanos 4:1-25

1 ¿Qué, pues, diremos que halló Abraham nuestro padre según la carne? 2 Que si Abraham fué justificado por la obras, tiene de qué gloriarse; mas no para con Dios. 3 Porque ¿qué dice la Escritura? Y creyó Abraham á Dios, y le fué atribuído á justicia. 4 Empero al que obra, no se le cuenta el salario por merced, sino por deuda. 5 Mas al que no obra, pero cree en aquél que justifica al impío, la fe le es contada por justicia. 6 Como también David dice ser bienaventurado el hombre al cual Dios atribuye justicia sin obras, 7 Diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. 8 Bienaventurado el varón al cual el Señor no imputó pecado. 9 ¿Es pues esta bienaventuranza solamente en la circuncisión ó también en la incircuncisión? porque decimos que á Abraham fué contada la fe por justicia. 10 ¿Cómo pues le fué contada? ¿en la circuncisión, ó en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión. 11 Y recibió la circuncisión por señal, por sello de la justicia de la fe que tuvo en la incircuncisión: para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, para que también á ellos les sea contado por justicia; 12 Y padre de la circuncisión, no solamente á los que son de la circuncisión, más también á los que siguen las pisadas de la fe que fué en nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado. 13 Porque no por la ley fué dada la promesa á Abraham ó á su simiente, que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. 14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana es la fe, y anulada es la promesa. 15 Porque la ley obra ira; porque donde no hay ley, tampoco hay transgresión. 16 Por tanto es por la fe, para que sea por gracia; para que la promesa sea firme á toda simiente, no solamente al que es de la ley, mas también al que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros. 17 (Como está escrito: Que por padre de muchas gentes te he puesto) delante de Dios, al cual creyó; el cual da vida á los muertos, y llama las cosas que no son, como las que son. 18 El creyó en esperanza contra esperanza, para venir á ser padre de muchas gentes, conforme á lo que le había sido dicho: Así será tu simiente. 19 Y no se enflaqueció en la fe, ni consideró su cuerpo ya muerto (siendo ya de casi cien años,) ni la matriz muerta de Sara; 20 Tampoco en la promesa de Dios dudó con desconfianza: antes fué esforzado en fe, dando gloria á Dios, 21 Plenamente convencido de que todo lo que había prometido, era también poderoso para hacerlo. 22 Por lo cual también le fué atribuído á justicia. 23 Y no solamente por él fué escrito que le haya sido imputado; 24 Sino también por nosotros, á quienes será imputado, esto es, á los que creemos en el que levantó de los muertos á Jesús Señor nuestro, 25 El cual fué entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación."
 [
Reina Valera Antigua]

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