Estudios Bíblicos Expositivos


"GÁLATAS - Un Estudio Expositivo"

Capítulo 1:6 -10    "Un Evangelio Diferente"
Puede leer Gálatas 1 aquí.  El texto bíblico abrirá en una página separada,
por lo que podrá moverse entre este estudio y la Escritura correspondiente.

 Comencemos este estudio con cuatro preguntas:

1. ¿Cuántos evangelios hay? 
2. ¿Cuál es el verdadero evangelio?  
3. ¿Qué suerte corre quien predique un "evangelio" que no sea     el verdadero? y, 
4. ¿Qué metas persiguen aquellos que predican un falso     evangelio y los que predicamos el verdadero evangelio?

I. ¿Cúantos evangelios hay?  Tal pregunta bien pudiera dar la impresión de que hay más de un evangelio verdadero; es decir, que hay varias vertientes del evangelio que, en su mensaje, son "la verdad de Dios". Después de todo, oimos tan a menudo que "todas las religiones son buenas", o que "todas las religiones llevan a los hombres al mismo Dios", etc.

 Si bien es cierto que en el mundo siempre hubo, hay y habrá muchas religiones, de ahí no sigue que todas, o tal vez algunas de ellas sean buenas... que cuenten con el favor y aprobación de Dios... que varias sean "legítimo camino hacia Dios".  La Biblia nos asegura que "hay un solo Dios": "Yo soy Jehová, y no hay otro... Yo soy Jehová que hablo justicia, que anuncio rectitud... No hay más Dios que yo, un Dios justo y salvador; ningún otro hay fuera de mí" (Isaías 45:18-25). También nos testifica la Palabra eterna que "hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2:5).  

 Dado el caso de que Dios es uno, y que su Hijo Jesucristo, el Mediador, es también uno, no debe extrañarnos que la Palabra también nos afirme, de manera categórica, que el "evangelio", ese mensaje de buenas nuevas de lo que Dios ha obrado en su gracia a favor del hombre pecador, sea uno también.  Pablo así lo afirma en los versos 7 al 9 cuando dice "no que hay otro" y luego asegura que ni "un ángel del cielo" podrá traer un evangelio distinto al que ya Dios ha revelado al hombre.

 La pregunta, pues, tiene una sola respuesta, a saber, "hay un solo evangelio", hay sólo un mensaje que Dios trae al hombre tocante al estado de pecado y condenación en que éste vive así como la provisión misericordiosa de Dios mediante la sangre de Cristo sobre la cual estableció el nuevo pacto, fundamento único del evangelio de la gracia de Dios en Cristo, llamado también en el Nuevo Testamento, "la ley de Cristo" (Gálatas 6:2 y 1 Corintios 9:21).

 Cuando Pablo alude a ese "otro evangelio" (v. 6), enseguida dice de manera enfática: "no que haya otro" (v. 7). Es decir, NO HAY sino un solo evangelio; NO HAY otro fuera del verdadero evangelio de Cristo que le fue encomendado al apóstol. Lo que los judaizantes procuraban introducir al evangelio de Cristo lo convertía, realmente, en "otro evangelio", o para decirlo un poco más claramente, un evangelio falso, un evangelio que no procedía de Dios.  Y, si no es el verdadero, es otro; es falso.

 Antes de pasar a la segunda pregunta, es necesario notar que el apóstol les expresa su "asombro" ante tan rápido abandono de la verdad que él les había predicado. Les dijo: "Estoy asombrado de que tan pronto estéis desertando del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente" (v. 6). El estudiante cuidadoso, humilde y sujetado a las Escrituras notará que Pablo en nada está sugiriendo que estos creyentes se hayan "ido al mundo" o a "vivir en los placeres de la carne". Esa es la interpretación que algunos grupos evangélicos quieren imprimirle no sólo a estos versos sino a la epístola completa. 

 De esa manera esquivan el mensaje central de la carta; dejan de ver que la amenaza sobre los gálatas, contra la cual escribía el apóstol, era la de los judaizantes... la de incorporar al evangelio de Cristo -la ley de Cristo- elementos de la ya caducada ley del pacto antiguo, la ley del Sinaí, los diez mandamientos. Es decir, la amenaza principal, insidiosa no era el pecado que en la carne del creyente siempre se manifiesta de una manera u otra, claro que no. Era, más bien, la perversión del único y verdadero evangelio que resulta de la inclusión de lo mosaico con el evangelio del nuevo pacto en Cristo.

 ¿A qué se refiere, pues, el apóstol con estas palabras?  Se refiere, ni más ni menos, a lo que es el tema central de esta carta, a saber: "la deserción de ellos del pleno evangelio de la gracia de Dios en Cristo que trajo el nuevo pacto" para regresar, aunque en varias cosas nada más, a la ley mosaica, al pacto antiguo al cual Cristo le dio fin mediante su muerte. El evangelio del nuevo pacto es tal que cualquier esfuerzo por agregarle lo más mínimo de los requerimientos antiguos del viejo pacto (los que en su tiempo de vigencia fueron totalmente legítimos) lo contamina y altera de tal modo que viene a ser "un evangelio diferente"... un evangelio que no es evangelio... algo que merece la más enérgica maldición y repudio de parte de Dios.

 Enseñar -y así requerir de los cristianos su obediente sumisión- que los diez mandamientos son parte del evangelio de Cristo del nuevo pacto es desmentir las Escrituras. Nada tiene que ver con el hecho de que Dios los haya dado a Moisés y al pueblo, siendo en su tiempo legítimas exigencias de parte de Dios a su pueblo. Enseñar y requerir de los cristianos la observación del sábado -¡aunque sea en el domingo!- bajo la premisa de que el sábado y las demás leyes del decálogo son de duración eterna, es faltarle al testimonio bíblico sobre el particular; es desmentir la Palabra de Cristo y de sus apóstoles; es querer saber más que Dios; es levantar un dios falso, a saber, "un evangelio diferente".

 No se equivoca el lector de estas líneas si cree que estas son palabras y afirmaciones fuertes, contundentes.  Tiene toda la razón en tal observación; todo se basa en que ninguna otra carta de Pablo es tan fuerte, tan tajante en lo que se refiere al grave peligro que el "judaizantismo" representaba -y representa- para el verdadero evangelio de la gracia de Dios en Cristo como esta carta a los gálatas.  Muchos enseñan que esta epístola es la que instruye, por excelencia, en la libertad cristiana; mas, sólo dicen la verdad si tal libertad es aquella en la cual el pueblo de Dios queda librado de la condenación de la ley del pacto antiguo, del "yugo de la esclavitud [ley]" (5:1), fundamentado, ya, en la sangre del nuevo pacto en Cristo. Tal énfasis errado sobre "la libertad cristiana" lleva a una enseñanza y aplicación del contenido de esta carta que dista muchísimo de la original razón de ser de la misma.  El énfasis inspirado de dicho texto trata de esa "libertad que resulta por no estar, ya, bajo la ley mosaica", el pacto antiguo, los diez mandamientos.

 Pablo estaba "asombrado", maravillado de que estos hijitos espirituales hubiesen caído tan rápidamente en el error de los judaizantes, ese "legalismo" que surge cuando se impone como legítima ley sobre el alma aquella que nació en el Sinaí en lugar de la que fue implantada mediante sangre en la cruz de Cristo. Ellos habían sido "inquietados" por falsos maestros y ya caían en la trampa mortal, eterna que le habían tendido estos falsos "hermanos y maestros". ¡Cuidado con aquellos que, hablando dulces palabras acerca del evangelio y/o la gracia de Dios, le tienden la trampa de la ley de Moisés, los diez mandamientos! Suena bonito cuando dicen, "Dios nos ha dado una ley eterna". Suena muy atractivo cuando enseñan que Dios requiere que andemos en su ley. Mas, ¡no todo lo que atrae al oído es la verdad de Dios! ¡Hay tal cosa como el comezón de oídos!

 Sin embargo, si no despierta a tiempo quien así es enseñado, se hallará en el mismo grave problema y peligro de los gálatas: a punto de cambiar la gracia de Dios en Cristo por una justicia y santificación que pretenderá hacerle crecer en la gracia cuando todo lo que hará será robarle el gozo de la salvación, además de sacarle del fundamento de la ley de Cristo para llevarle a la ley de Moisés que sólo puede condenar y hacer crecer el pecado. Así llegará a ser un seguidor de "un evangelio diferente", un supuesto "evangelio de ley antigua" que sólo puede condenar.

II. ¿Cuál es el verdadero evangelio? Es el "evangelio de Cristo" (v.7). Es el evangelio que Pablo les predicó cuando estuvo por esas regiones. El jamás predicó un "evangelio de la ley"; sólo el evangelio de gracia, de Dios y de Cristo. Pablo no cambiaba su mensaje según el lugar en donde estaba; su mensaje dependía de la revelación dada a él por el mismo Señor Jesucristo. Por tanto, estuviera donde estuviera, escribiera a quien escribiera, su mensaje siempre sería el mismo. A los corintios él escribió un excelente y breve resumen del evangelio, a saber:"Porque en primer lugar os trasmití lo que asimismo recibí:Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día conforme a las Escrituras" (1 Corintios 15:3,4).

 Además, Pablo nos hace saber -sin duda alguna- que para ser un fiel mensajero de este evangelio, Dios lo "capacitó como ministro de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, pero el espíritu vivifica" (2 Corintios 3:6). De esta manera tan breve y clara, vemos cómo Pablo sabía que él era mensajero del evangelio de Cristo y que, como tal, era un ministro del nuevo pacto. Estos hermanos en Galacia estaban abriendo sus mentes y corazones a leyes del antiguo pacto, lo que pervertía el evangelio de Cristo del nuevo pacto. Estaban a punto de perder todo lo que habían recibido mediante la fe de Cristo. Ya habían iniciado su "deserción" del evangelio de Cristo.

 Pablo les enseñó la verdad según era en Cristo. El había sido fiel a su encomienda como ministro del nuevo pacto. En esta epístola él sigue siendo un fiel defensor del evangelio del nuevo pacto. En ello vemos su consistencia en la fe, doctrina y su amor a los hermanos; sobre todo, su amor al Señor que lo llamó a llevar su evangelio a los perdidos. Pablo sabía que él era un mensajero llamado por "Jesús, el Mediador del nuevo pacto y de la sangre rociada que habla mejor que la de Abel" (Hebreos 12:24).

III. ¿Qué suerte corre quien predique un "evangelio" que no sea el verdadero?  De dicha suerte no se nos deja a oscuras; se nos dice claramente que tal mensajero de ese otro evangelio que no es el verdadero será maldito ;será anatema. Son palabras muy fuertes, mas, son palabras inspiradas del Espíritu de Dios. Él no ve con buenos ojos a quienes pervierten su evangelio del nuevo pacto en Cristo con "pedacitos aquí y allá" que procedan de la ley antigua, mosaica.  El evangelio de Cristo no es una mezcla de la gracia y la ley, de Cristo y Moisés. Es el mensaje de una obra nueva, un pacto nuevo y mejor que dio por terminado al primero. Le remito a Hebreos 8, en especial el verso 13. El pacto nuevo no dio por terminado a partes del antiguo; lo dejó caducado -como pacto regente sobre el corazón y la conciencia del pueblo de Dios- en su totalidad. Enseñar lo contrario es enseñar "un evangelio diferente".

 Recordemos que, dado el caso de que Dios no cambia -"es el mismo ayer, hoy y por todos los siglos" (Hebreos 13:8)- su ley, sus preceptos, sus mandamientos son eternos, por lo que sus preceptos se reflejarán en cualquier pacto que él haga con el hombre. Su santidad mostrada en el pacto antiguo es la misma mostrada en el nuevo. Los principios morales y espirituales que se ven en el pacto antiguo también se ven en su gran mayoría en el nuevo.  

 La gran diferencia no estriba en el contenido sino en la manera en que Dios establecio los distintos pactos, "con quién hizo tales pactos" así como los términos de ambos.  

A. El antiguo mostraba el pecado, no podía justificar, fue hecho con Israel, y sus términos fueron: "haz y vivirás".  

B. El nuevo, en la sangre de Cristo, satisfizo las demandas de Dios tocantes al pecado, obró justificación perfecta, fue hecho entre Dios Padre y su Hijo Jesucristo, el Mediador y sus términos fueron satisfechos por Cristo: "el obró, cuántos creen en él vivirán".

 El antiguo pacto tampoco podía santificar; sólo mostraba el pecado y, como resultado, condenaba.  Cristo, por el contrario, es quien santifica mediante su sangre; también por la obra diaria de su Espíritu Santo en cada creyente.  Un conocido ministro y escritor cristiano -aún vive y pastorea- escribió en uno de sus libros que "el Espíritu de Dios devuelve a los creyentes en Cristo a la ley de Moisés para que allí seamos santificados".  ¡Cuán errado está!  ¡Cuán ofensivas son sus palabras al Señor Jesucristo!  1 Corintios 1:30 nos dice categóricamente que "Cristo nos es hecho... santificación...".  

 Cuando usted vea u oiga a un supuesto mensajero de Dios que le recomienda ir a Moisés para recibir de él beneficios añadidos a la salvación en Cristo, el tal no anda en la verdad; no guía a quienes le siguen en el sendero de la vida en Cristo; es un judaizante, ni más ni menos.  Si le enseña que la santificación del creyente en Cristo se logra mediante la instrucción en los mandamientos mosaicos y su posterior sujeción a los mismos, tal enseñanza es mentirosa, pues, contradice el evangelio de Cristo.  Es "un evangelio diferente". 

 No importa cuántas veces, ni con cuán piadoso tono de voz insistan en que la gloriosa obra santificadora de Dios se efectúa cuando el Espíritu de Dios nos lleva a los diez mandamientos para, por ellos, ser instruídos en la santidad, tal insistencia es mentirosa, engañosa, no importa la sinceridad de motivos que tenga el que habla. No olvide que Saulo persiguió a la iglesia de Cristo pensando que "servía a Dios". Recuerde: la verdad no es establecida por la sinceridad, fama o elocuencia del maestro sino sólo por el testimonio de la Palabra de Dios; "Sea todo hombre mentiroso, mas Dios verdadero".

 En la iglesia de Galacia había, al parecer, unos cuantos judaizantes y Pablo les sale a la carga con esta carta cuyo único fin es recordarle que sólo en Cristo está la salvación, santificación y esperanza de ellos. Si siguen a estos falsos maestros, bien podrían también caer bajo de la maldición pronunciada por el Espíritu: "¡sean éstos anatema!". Serían ciegos siguiendo a ciegos, juntos bajo el anatema divino.

IV. ¿Qué metas persiguen aquellos que predican un falso evangelio y los que predicamos el verdadero evangelio?

 Veamos el texto del verso 10, que dice:"Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues, si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo".

 Aunque en los capítulos siguientes del libro veremos algunas motivaciones tanto del apóstol así como de los judaizantes -me refiero a Pablo quien quería "ver formado a Cristo en ellos" y a los judaizantes que querían "provocarlos a celos"- habremos de limitarnos a lo que dice este texto en particular. Pablo va al grano en lo que a motivos en nosotros, los humanos, se refiere. O hacemos las cosas con el fin de agradar a Dios o de agradar a los hombres. Es un tema que Cristo enfatizó en sus enseñanzas cuando dijo: "No podéis servir a dos señores... no podéis servir a Dios y a las riquezas" (Mateo 6:24). Consideremos, de manera muy breve, estas dos motivaciones.

A.  Agradar a los hombres - Es de nuestra naturaleza humana el querer agradar a los hombres, en especial si conlleva algún beneficio ulterior para nosotros, un premio, galardón o tal vez un reconocimiento. En el Nuevo Testamento leemos cómo ciertos hombres procuraban "congraciarse con los demás"... querían su favor, su aprobación. Los políticos son muy adeptos en estos menesteres. Con tal de recibir su voto en una elección, hasta andan repartiendo besos, y quien sabe qué más. Si ganaran, son los primeros que desoirán a los mismos con quienes tan habilmente se congraciaron. Tales cosas ocurren en todos nuestros países. ¡No se puede esperar más de los pecadores!

 Mas, cuando de las cosas "espirituales" se trata, este mal toma otro giro; asume otra personalidad. Queriendo contar con el favor (¿las ofrendas tal vez?... ¿favores ulteriores?) de sus oyentes, son muchos los que acomodan las enseñanzas bíblicas a lo que "a la gente le gusta", "lo que está de moda", "lo que no ofende", etc. He conocido a pastores que aseguraban que iban a quejarse contra la denominación por alguna inconformidad, mas, llegado el momento crucial, callaron para no echar a perder su futura pensión económica del retiro. ¡Más vale el dinero que las convicciones espirituales a los tales! Se me contó de otro pastor que se quejaba porque, habiendo él levantado una "grande iglesia" con una enorme flota de autobuses, la universidad evangélica de donde se graduó aún no le había reconocido sus labores con un doctorado honorario. ¡Asombroso! ¡Ministerios con "motivos personales, egoístas"!

 Otros predicadores no quieren más que contar con el favor del "grupo que los rodea" con el resultado de que, cerrando sus ojos y corazones a la entrada de la "luz espiritual" que Dios bien les pudiera traer a través de otros vasos de barro a quienes él ha visto bien enseñarles verdades gloriosas, quedan a oscuras, convertidos en guías ciegos de ciegos, juntos acercándose más al hoyo del error destructor. Todo lo hacen, sin embargo, con tal de contar con el favor de los hombres que los rodean, no comprendiendo que muy probablemente esos con quienes hoy se han congraciado, mañana serán los primeros en echarlos a un lado, en abandonarlos como si nunca los hubiesen conocido, en traicionar la confianza puesta en ellos. Así ocurre a quienes confían en el brazo del hombre y no en el del Señor. 

 No pocos se afanan por ser comunicadores de los escritos de "hombres venerables del pasado" por la única razón de que tal es una práctica aceptada por el grupo en el que andan. Otros se ocupan excesivamente en ajustar sus prédicas y enseñanzas 
a documentos históricos de la fe tales como las "confesiones de fe" (vea nuestra sección sobre "Confesiones") como si éstos fuesen el fundamento de la fe de Cristo. ¿Y si tales escritos no se ajustan del todo a la Palabra de Dios? No importa; se busca la manera de justificarlo todo, logrando así el favor y los encomios de los demás que hacen igual, agradando, así, a los hombres.  

 Hemos visto cómo algunos que así actúan terminan dando más importancia a las fuentes humanas de donde extraerán sus mensajes -o parte de ellas- que a la Palabra de Dios, que tiene que ser LA ÚNICA FUENTE de dónde deberían estar predicando. Sus motivos bien pudieran ser sinceros... muy sinceros; lo sabemos. Mas, la realidad es que en ésto agradan a los demás hombres a quienes tienen en alta estima. Así, su mensaje viene a ser, en total o en parte, "un evangelio diferente".  

 Cuando se agrada de veras a Dios, se comunica sólo lo que está escrito en la Palabra eterna, guste o no a los demás que nos rodean. El genuino profeta de Dios no quiere, es más, le huye a ese terrible pecado de querer "agradar a los hombres", ocupándose sólo en agradar a Dios mediante la fiel predicación de todo su consejo. Para el tal no hay lugar para la enseñanza de las tradiciones humanas, no importa cuán nobles hayan sido aquellos hombres cuyos escritos son parte de las mismas.

 Vivimos en días en que el predicador que comunica única y exclusivamente la Palabra de Dios es una excepción entre muchos. Mas, al tal eso no le intimida; mucho menos le descualifica. Esa es su "carta de recomendación", especialmente si cuenta con el favor de Dios por hallarse comunicando sólo la verdad eterna.

 Pudiéramos ofrecer otras ilustraciones de nuestra propia labor en el evangelio a través de los años, pero pienso que con lo dicho basta. Cuando los hombres quieren mantener el favor y la aprobación de los hombres, no importa cuál doctrina esté de por medio, no importa si la Biblia habla claramente y contrario a lo que ellos en el momento afirman sea la verdad, su prioridad será contar con el favor de los hombres. Buscarán cómo justificar su posición como una que cuente con el favor de Dios; mas, al final será a Dios a quien darán cuenta por no haberse dado del todo a la verdad de Dios que es en Cristo Jesús.

B. Agradar a Dios - Pablo establece su muy definida prioridad de servir a Dios mediante estas preguntas que, retóricamente, preguntan si acaso él habrá de agradar a los hombres antes que a Dios. Su conclusión o respuesta a tal pregunta es: "... si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo" (10). Estas palabras del apóstol se desbordan en significados amplios y profundos. Consideremos brevemente lo que él nos dice.

1.  Comencemos con sus últimas palabras, "si todavía 
agradara
". ¿Todavía?... ¡Sí, así es! Debemos recordar aquellos días cuando Pablo (Saulo) perseguía a la iglesia de Cristo. Hoy diríamos de él que "era un hombre bravo, valiente". ¿Quién como él? Años después de su conversión, le escribió una carta a los hermanos en Filipos, a saber, la epístola a los Filipenses, en la que él habló sobre ese pasado suyo en el que persiguió a la iglesia de Cristo. Hoy le llamamos a eso su "resumé", su "carta de recomendación". Él dice que "tenía mucho de qué confiar en la carne". Enfatiza tal hecho repitiendo: "Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más". Según él, era "sin reprensión alguna ante la ley" de Dios. Su dedicación a la causa judía era tal que en cuanto a su celo, "era perseguidor de la iglesia", etc. (citas de Filipenses 3:3.7)

2. Pablo agradó mucho a sus contemporáneos. Cuando lo hizo, pensaba servir a Dios, según sus palabras. Sin embargo, ya él ha aprendido la verdad de las palabras de Cristo en el sentido de que es imposible agradar a Dios y a los hombres a la misma vez. Ya él conoce de corazón que jamás podrá agradar a Dios si se aferra también de ese "querer agradar a los hombres". Ya a él no le interesa lo que los hombres puedan decir ni lo que le puedan hacer. Su único afán, su única meta es ser un siervo fiel del Señor Jesucristo, comunicando el evangelio que se le había encomendado en aquellos días cuando el Señor se lo llevó al mismo cielo para revelarle cosas que los hombres jamás habían ni podrían conocer... cosas que hoy conocemos a través de la Palabra de Dios, en particular, las espístolas de Pablo.

3. Ese "agradar a Dios" significa que él será obediente en comunicar todo el consejo de Dios. Dios le había hecho saber que Cristo había establecido en su sangre un nuevo pacto, cosa que se recuerda cada vez que la iglesia de Cristo participa de la cena del Señor. Esa celebración no tendría significado alguno si el pacto antiguo estuviera en vigor. La copa de vino fue descrita por Cristo, esa misma noche, como "su sangre del nuevo pacto". Si no hay nuevo pacto, los elementos de la cena del Señor nada significan. Pablo conocía el significado de la copa y del pan, ya que en 1 Corintios 11:23-34 escribió: "Porque yo recibí de parte del Señor lo mismo que os he enseñado..."  

 Dicha cena es un testimonio visible de la obra de Cristo en la cruz y de la futura esperanza de todo creyente. Pablo sabía que la incidiosa labor de los judaizantes entre los gálatas podría destruir la obra del evangelio entre ellos, ya que en el corazón mismo del "judaizantismo" estaba -y está- esa peligrosísima noción de que no hay un pacto nuevo, cosa que en última instancia no significa otra cosa que: "estamos aún bajo la ley del antiguo pacto, estamos aún bajo la maldición de dicha ley, la muerte de Cristo no obró lo que los elementos de la cena asegurán sí se obró, etc." (recomendamos que lea el libro "Esta Copa Es El Nuevo Pacto En Mi Sangre", en vozdegracia.com - en sección de libros).

 En conclusión, afirmamos que Pablo sólo quería ser un fiel siervo de Cristo, contar con el favor de Dios, ser un instrumento para llevar y aclarar el evangelio a estos hermanos y tantos más que estaban bajo la muy seria amenaza de los judaizantes, hombres malos que traían otro evangelio que no era evangelio, enemigos verdaderos del evangelio de Cristo. El apóstol estaba maravillado de que estos hermanos se hubiesen alejado tan rapidamente del verdadero evangelio que él les había enseñado y en el cual ellos habían creído.  

 Habiendo pronunciado esta maldición sobre los pervertidores del evangelio -los perversos judaizantes- y habiendo afirmado que su única motivación para escribir esta carta es su deseo de agradar a Dios, procederá en los siguientes versículos a ofrecer un repaso de su propio testimonio, de cómo Dios lo salvó de una vida de persecución a la iglesia de Cristo, de cómo Dios le reveló las gloriosas verdades de la gracia del nuevo pacto que ahora comenzará a defender de manera tenaz, aunque amorosa, ya que Dios le ha hecho un ministro del nuevo pacto.

 

Pase al próximo Capítulo del estudio
Regrese al índice de este estudio
Regrese al Prólogo
Regrese a la Introducción - parte 1: Consideraciones Generales
Regrese a la Introducción - parte 2: Nuestra Meta
Regrese al Capítulo anterior del estudio



Vaya a: |1ra Página|Introducción|Lecturas|Estudios:Evangélicos|
|Tratados|Libros|Historia|Preguntas y Respuestas|Temas Variados|
|Familia y Hogar|Radio|Catálogo:Literatura,Música|Meta|
 |Creemos|Conózcanos|Visite...|Escríbanos|