El Verbo Hecho Carne

 "Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo" (Juan 1:14-15).

 
Puede leer Juan 1 aquí.  El texto bíblico abrirá en una página separada,
por lo que podrá moverse entre este estudio y la Escritura correspondiente sin niguna dificultad. Oramos que Dios le bendiga a través de este estudio.

 ¿En qué piensas cuando oyes la palabra "misterio"? Algunos piensan en las películas policíacas o las novelas de la autora británica Agatha Christie. Otros piensan en fenómenos extraños como los OVNIs o el monstruo del Lago Ness en Escocia. Normalmente, en la conversación diaria, un "misterio" se refiere a una situación extraña que despierta curiosidad o crea suspense porque la explicación está oculta.

 En un contexto teológico, la palabra "misterio" tiene otro significado. Normalamente se refiere a una verdad revelada por Dios que está por encima de la comprensión humana. Dios es un ser infinito; por lo cual, no nos debe sorprender si muchas verdades acerca de él trascienden nuestro entendimiento. En el Nuevo Testamento, la palabra "misterio" tiene un significado aun más definido, porque se refiere a las verdades del evangelio que fueron escondidas del pueblo de Dios durante muchas siglos y generaciones, pero después reveladas con claridad a partir de la venida de Cristo al mundo.

 Por ejemplo, el apóstol Palo nos habla en Efesios 3:3-6 de un "misterio" que le fue revelado a él como apóstol de Jesucristo: la verdad de que los gentiles heredan juntamente con los judíos todas las promesas de Dios en Cristo. Esta verdad no fue revelada con la misma claridad a las "otras generaciones" que vivieron antes de Cristo; por lo cual, es un "misterio."

 Todas las enseñanzas más importantes de la fe son "misterios," pues, en estos dos sentidos: 1) en primer lugar, son misterios porque la razón humana, por sí sola, nunca podría haberlas descubierto reflexionando sobre el mundo y la creación; Dios tenía que revelarlas por medio de una revelación especial; 2) en segundo lugar, estas verdades están por encima de la comprensión humana; es decir, trascienden la capacidad de nuestras mentes de entender plenamente. Por eso, tenemos que recibirlas por fe.

 De todos los misterios de la fe cristiana, las dos principales son la Trinidad (la existencia de un solo Dios en tres personas) y la encarnación de Dios en la persona de Jesucristo.

 El segundo de estos misterios es el tema de mi meditación hoy. En Juan 1:14 leemos, "Y aquel Verbo fue hecho carne. . ." No hay palabras más sublimes en toda la Biblia. Encierran un misterio insondable-- el misterio de la encarnación. Jamás podríamos entender completamente cómo Dios se hizo carne. Sin embargo, para profundizar un poco en este misterio, haré tres preguntas sobre este versículo:

I. ¿Quién fue hecho carne?

II. ¿En qué sentido fue "hecho carne"?

III. ¿Con qué propósito fue hecho carne?

_________________________

I. ¿Quién fue hecho carne?

"Aquel Verbo" fue hecho carne. En el contexto de Juan 1, el Verbo se refiere a la Persona de nuestro Señor Jesucristo en su pre-existencia con el Padre desde toda la eternidad. La palabra Verbo en el griego original es la palabra "logos," la cual puede ser traducida como "Verbo" o como "Palabra." Tanto los griegos como los judíos usaban esta palabra en la vida cotidiana.

 Para los filósofos griegos, el "logos" era el principio de lógica, órden, o razón detrás del universo. Los griegos veían en el mundo orden y diseño, pero en vez de atribuir ese órden al Dios todopoderoso revelado en las Escrituras, se lo atribuían a un principio impersonal. Según ellos, ese principio o fuerza impersonal le daba al mundo material su forma e imprimía en el alma del ser humano la capacidad de razonar.

 Para los hebreos, el "logos" era la Palabra de Dios, la Palabra viva y activa por medio de la que Dios creó el mundo y sigue efectuando su voluntad en el mundo. "Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de los que no se veía" (Hebreos 11:3). El Antiguo Testamente le atribuye a la Palabra de Dios gran poder; es enviada por Dios para efectúar grandes cambios. (Salmo 107:20 – "Envió su palabra, y los sanó, y los libró de su ruina.") A diferencia de los griegos, los hebreos no veían el logos como un principio impersonal, sino personal; el "logos" es Dios mismo en acción, llevando a cabo su propia voluntad. De un modo inexplicable, el "logos" es Dios mismo, y al mismo tiempo, es enviado por Dios.

 Esta es la perspectiva de Juan en el primer versículo de su evangelio: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios." La preposición "con" en este versículo significa literalmente "frente a" Dios. Es como si Juan dijera que el logos estaba "cara a cara" con Dios, lo cual implica una distinción personal entre Dios y el Verbo. Sin embargo, el Verbo no es menos que Dios mismo, porque el mismo texto dice "el Verbo era Dios." En este versículo, pues, vemos la base bíblica de la doctrina de la Trinidad: hay un solo Dios, pero en el ser de Dios hay una pluralidad de Personas. Padre, Hijo, Espíritu Santo ¿En qué piensas cuando oyes la palabra "misterio"? Algunos piensan en las películas policíacas o las novelas de la autora británica Agatha Christie. Otros piensan en fenómenos extraños como los OVNIs o el monstruo del Lago Ness en Escocia. Normalmente, en la conversación diaria, un "misterio" se refiere a una situación extraña que despierta curiosidad o crea suspense porque la explicación está oculta.

En un contexto teológico, la palabra "misterio" tiene otro significado. Normalamente se refiere a una verdad revelada por Dios que está por encima de la comprensión humana. Dios es un ser infinito; por lo cual, no nos debe sorprender si muchas verdades acerca de él trascienden nuestro entendimiento. En el Nuevo Testamento, la palabra "misterio" tiene un significado aun más definido, porque se refiere a las verdades del evangelio que fueron escondidas del pueblo de Dios durante muchas siglos y generaciones, pero después reveladas con claridad a partir de la venida de Cristo al mundo. Por ejemplo, el apóstol Palo nos habla en Efesios 3:3-6 de un "misterio" que le fue revelado a él como apóstol de Jesucristo: la verdad de que los gentiles heredan juntamente con los judíos todas las promesas de Dios en Cristo. Esta verdad no fue revelada con la misma claridad a las "otras generaciones" que vivieron antes de Cristo; por lo cual, es un "misterio."

Todas las enseñanzas más importantes de la fe son "misterios," pues, en estos dos sentidos: 1) en primer lugar, son misterios porque la razón humana, por sí sola, nunca podría haberlas descubierto reflexionando sobre el mundo y la creación; Dios tenía que revelarlas por medio de una revelación especial; 2) en segundo lugar, estas verdades están por encima de la comprensión humana; es decir, trascienden la capacidad de nuestras mentes de entender plenamente. Por eso, tenemos que recibirlas por fe.

De todos los misterios de la fe cristiana, las dos principales son la Trinidad (la existencia de un solo Dios en tres personas) y la encarnación de Dios en la persona de Jesucristo.

El segundo de estos misterios es el tema de mi meditación hoy. En Juan 1:14 leemos, "Y aquel Verbo fue hecho carne. . ." No hay palabras más sublimes en toda la Biblia. Encierran un misterio insondable-- el misterio de la encarnación. Jamás podríamos entender completamente cómo Dios se hizo carne. Sin embargo, para profundizar un poco en este misterio, haré tres preguntas sobre este versículo:

I. ¿Quién fue hecho carne?

II. ¿En qué sentido fue "hecho carne"?

III. ¿Con qué propósito fue hecho carne?

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I. ¿Quién fue hecho carne?

"Aquel Verbo" fue hecho carne. En el contexto de Juan 1, el Verbo se refiere a la Persona de nuestro Señor Jesucristo en su pre-existencia con el Padre desde toda la eternidad. La palabra Verbo en el griego original es la palabra "logos," la cual puede ser traducida como "Verbo" o como "Palabra." Tanto los griegos como los judíos usaban esta palabra en la vida cotidiana.

Para los filósofos griegos, el "logos" era el principio de lógica, órden, o razón detrás del universo. Los griegos veían en el mundo orden y diseño, pero en vez de atribuir ese órden al Dios todopoderoso revelado en las Escrituras, se lo atribuían a un principio impersonal. Según ellos, ese principio o fuerza impersonal le daba al mundo material su forma e imprimía en el alma del ser humano la capacidad de razonar.

Para los hebreos, el "logos" era la Palabra de Dios, la Palabra viva y activa por medio de la que Dios creó el mundo y sigue efectuando su voluntad en el mundo. "Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de los que no se veía" (Hebreos 11:3). El Antiguo Testamente le atribuye a la Palabra de Dios gran poder; es enviada por Dios para efectúar grandes cambios. (Salmo 107:20-- "Envió su palabra, y los sanó, y los libró de su ruina.") A diferencia de los griegos, los hebreos no veían el logos como un principio impersonal, sino personal; el "logos" es Dios mismo en acción, llevando a cabo su propia voluntad. De un modo inexplicable, el "logos" es Dios mismo, y al mismo tiempo, es enviado por Dios.

Esta es la perspectiva de Juan en el primer versículo de su evangelio: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios." La preposición "con" en este versículo significa literalmente "frente a" Dios. Es como si Juan dijera que el logos estaba "cara a cara" con Dios, lo cual implica una distinción personal entre Dios y el Verbo. Sin embargo, el Verbo no es menos que Dios mismo, porque el mismo texto dice "el Verbo era Dios." En este versículo, pues, vemos la base bíblica de la doctrina de la Trinidad: hay un solo Dios, pero en el ser de Dios hay una pluralidad de Personas. Padre, Hijo, Espíritu Santo-- cada una de estas Personas es Dios; sin embargo, no hay tres dioses. Mas bien, hay un solo Dios que existe en tres Personas.

RESUMEN: El Verbo de Dios es la Persona de nuestro Señor Jesucristo en su pre-existencia con el Padre desde toda la eternidad. Se llama el Verbo porque, al igual que un hombre se expresa a través de sus palabras, Dios el Padre expresa todo lo que El es a través de su Palabra, Jesucristo. Como dice el teólogo español, Francisco Lacueva, Jesus "agota la expresión de la Verdad de Dios." Si no fuera así, sería blasfemia atribuirle a él los atributos de Dios. No obstante, la Biblia enseña con toda claridad que en Jesus habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad (Colosenses 2:9). Por lo cual, es justo que le glorifiquemos como Dios. La respuesta correcta a su Majestad divina es postrarnos ante El en adoración, porque él es nuestro Creador. "Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de los que ha sido hecho, fue hecho" (Juan 1:3). Las estrellas innumerables del cielo, las partículas infinitamente pequeñas del mundo atómico-- "todo fue creado por medio de él y para él" (Colosenses 1:16). Por lo cual, nuestros antepasados en la fe no se equivocaron, pues, cuando confesaron acerca de Jesus lo siguiente:

"Creemos en un solo Señor, Jesucristo,

Hijo único de Dios,

nacido del Padre antes de todos los siglos:

Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,

engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre,

por quien todo fue hecho. . ."

(Credo de Nicea)

¿Te has dado cuenta de la gloria de la Persona de Jesucristo? Si no has caído a rodillas delante de su Grandeza, confesándole "Señor y Dios," aun no sabes quién es él.

II. El Verbo Fue Hecho Carne-- Sin embargo, hay un misterio aun más grande encerrado en Juan 1:14 que trasciende aun la revelación de Dios como una Trinidad de Personas. Es la verdad de que, en un momento específico de la historia, el Verbo de Dios fue "hecho carne." ¿Qué significan estas palabras tan maravillosas?

A. Lo Que No Significan

A lo largo de los siglos, han surgido varias enseñanzas erróneas sobre el significado de estas palabras en Juan 1:14. Algunos teólogos, deseando hacer la enseñanza bíblica más comprensible a la razón humana, han logrado "rebajar" la revelación divina, y la verdad de la encarnación ha quedado mutilada, si no negada completamente.

Por ejemplo, en el segundo siglo después de Cristo, los gnosticos decían que Dios, siendo espíritu, no puede tomar literalmente carne humana. Decían eso porque, para los gnósticos, el mundo material era intrínsicamente pecaminoso, y como Dios es un ser puro, no puede unirse con aquello que es pecaminoso. Por lo cual, no puede asumir un cuerpo material de carne y sangre. Los gnósticos decían que Jesus no tomó carne humana literalmente, sino sólo la apariencia de carne. En realidad, era como un fantasma que parece real a los sentidos humanos, pero no tiene realidad material o física. Estos gnósticos también se llamaban "docetistas," que viene de la palabra griega dokeo ("apariencia" o "semejanza") porque ellos decían que Jesus sólo parecía tener un cuerpo de carne y sangre, pero en realidad, su cuerpo no era nada más que un espejismo.

El docetismo no era un simple error. Era una negación de la fe cristiana, porque la Biblia insiste muchas veces que Jesus literalmente se hizo carne. Además, como veremos a continuación, era necesario que Jesus tomara literalmente una naturaleza como la nuestra para redimirnos mediante su muerte en la cruz. Su cuerpo tenía que ser un cuerpo real, no un espejismo, porque sólo un cuerpo real puede sentir los dolores de la muerte. Negar la realidad del cuerpo de Jesus es negar el evangelio mismo, porque según Hebreos 10:10, ". . .somos sanctificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre." Jesus no nos salvó enseñandonos como profeta, ni dejándonos ejemplo con su buenas obras, sino que nos salvó con el sacrificio literal de su cuerpo en la cruz de Calvario. Negar esa realidad física, dolorosa, y sangrienta, es negar el evangelio mismo.

En el siglo IV, Apolinar de Laodicea propagó otra enseñanza erronea sobre la encarnación. No negaba la realidad física del cuerpo de Jesus, pero de forma más sútil, negaba su plena humanidad. Decía que la palabra "carne" en Juan 1:14 se refiere exclusivamente al cuerpo físico de Jesus. El Verbo de Dios tomó un cuerpo físico, pero no un alma humana. El cuerpo humano de Jesus era una especie de disfráz. Piensa en cómo se visten las personas en una fiesta de disfraces. Puede que algunos se vistan de brujas, o fantasmas, o vampiros; pero nadie se asusta, porque ponerse un disfraz de vampiro no te convierte literalmente en un vampiro. Apolinar decía que Jesus parecía ser un hombre como nosotros porque tenía el cuerpo material de un hombre, pero detrás de este "disfraz" físico, no había un alma racional como la nuestra-- solamente su naturaleza divina.

Este es un error más sutíl que el docetismo, pero en realidad, es otra forma de docetismo, porque decir que Jesus no tenía un alma humana es negar su plena humanidad. Según Apolinar, Jesus sólo se disfrazó de hombre, pero no se hizo hombre literlamente. Tomó un cuerpo humano, pero no entró en toda la experiencia intelectual, emocional, y espiritual de la vida humana.

El misterio de la encarnación consiste en esto-- que Jesus, sin dejar de ser Dios y sin perder ninguno de su atributos divinos, tomó, en el seno de la Virgen María, una naturaleza humana igual que la nuestra. No tomó un cuerpo solamente, sino tamibién, un alma racional como la nuestra. Fue hecho semejante a nosotros en todo, excepto sin pecado. Como dice el pastor británico Peter Lewis,

"El Verbo eterno tomó, no sólo una fisiología humana, sino también, una psicología humana. Era, y es Dios, no en semejanza de hombre, sino en la naturaleza de hombre; no Dios disfrazado, sino Dios encarnado. No habitó entre nosotros solamente; se hizo uno de nosotros, poseyendo, como suya propia, una naturaleza humana verdadera y plena desde el momento de su concepción."

B. Lo Que Significa-- Esta es el verdadero significado, pues, de las palabras tan asombrosas en Juan 1:14, "El Verbo fue hecho carne." En un momento de la historia, hace dos mil años aproximadamente, el Verbo de Dios tomó una naturaleza humana en el seno virginal de María, y se hizo una pequeña criatura, dependiente del cuidado de sus padres como cualquier otro bebé. Cuando tenía hambre, tomaba el pecho de su madre, y cuando se ensuciaba, tenía que tener sus pañales cambiados. No debemos pensar que Jesus fuera diferente a cualquier otro bebé en su aspecto o comportamiento. No yacía en el pesebre siempre calladito y con una aureola sobre su cabecita-- como se ve en los postales de la Navidad. Mas bien, lloraba cuando tenía hambre o sueño; temblaba en el frío de la noche, tenía que ser abrigado como cualquier otro niño. Participó de nuestra debilidad humana-- esta es el significado de la palabra "carne" en Juan 1:14.

Si tú o yo hubiésemos visto a Jesus en su niñez o en su adolescencia, le hubiéramos visto como "otra flor más" en el gran campo de hierba que es este mundo. No habríamos notado nada en su apecto para destacarle entre la multitud de gentes. "Subirá cual renuevo delante de Jehová, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos" (Isaías 53:2). No había nada espectacular en su aspecto para distinguirle de los demás hombres.

Además, la humanidad de Jesus se desarrolló a lo largo de los años, física, emocional, intelectual, y espiritualmente. Por ejemplo, a la edad de doce años, ya era consciente de su identidad como Hijo de Dios, porque le dijo a su madre que tenía que estar en los negocios de su Padre-- obviamente se refería a su Padre eterno. Pero al mismo tiempo, leemos lo siguiente acerca de su desarrollo: "Jesus crecía en sabiduría y en estatura y en gracia para con Dios y los hombres" (Lucas 2:52). En este versículo, vemos un desarrollo intelectual ("sabiduría"), físico ("estatura"), y espiritual ("gracia"). ¿Cómo se puede decir que el Hijo de Dios, en su humanidad, creció espiritualmente? Hebreos 5:8 nos enseña que Jesus, "aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia." Jesus aprendió la obediencia, pero no a través de fracasos morales. Nunca peco; sin embargo, durante su vida, el Padre le expuso a tentaciones y pruebas cada vez mayores, y por medio de ellas, su santa voluntad humana fue probada y fortalecida.

Los cuatro evangelios demuestran de diversas maneras la plena humanidad de nuestro Señor. En cuanto a su vida física, leemos que Jesus experímentó hambre y sed en el desierto y cansancio después de un largo día de ministerio a las multitudes. En una ocasión, le vemos durmiendo en la proa de una barca cuando cruzaba el mar de Galilea con sus discípulos.

Además, vemos manifestaciones de su vida emocional. Cuando Jesus vio a las multitudes como ovejas sin pastor, leemos que "tuvo compasión de ellos" (Marcos 6:34), y cuando sanó a un enfermo, el texto menciona la "misericordia" que Jesus sintió cuando le tocó (Marcos 1:41).

Otra emoción sorprendente que vemos en Jesus es la emoción de ira. Cuando estaba a punto de sanar a un hombre en el Día de Reposo, vio los corazones endurecidos de los líderes religiosos a su alrededor, y el texto dice que Jesus, "mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano" (Marcos 3:5). Expresó su ira de forma física en el Templo cuando, en dos ocasiones distintas, echó fuera los cambistas que profanaban el Templo con sus negocios. Marcos nos dice que Jesus "comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas" (Marcos 11:15). Juan nos habla de como Jesus, airado, hizo un azote de cuerdas para echar a la gente fuera del Templo. Fue literalmente "consumido de celo" por la casa de su Padre en aquella ocasión.

Otra emoción que vemos en el Señor es gozo. Le vemos disfrutando de estar en banquetes y en la presencia de sus amigos. Por eso, sus enemigos le criticaron y le tacharon de ser "un hombre comilón y bebedor de vino" (Mateo 11:19). Obviamente, Jesus disfrutaba de los gozos de esta vida, y sobre todo, el gozo de estar con sus amigos.

Compasión, ira, gozo-- todas estas emociones demuestran la plena humanidad de nuestro Señor. Sin embargo, creo que la manifestación más conmovedora de su humanidad se ve en su experiencia de tristeza. Jesus disfrutó de los gozos de la vida, pero al mismo tiempo, vivió toda su vida bajo la sombra de la cruz, y esa sombra le hizo profundamente turbado y entristecido cuando pensaba en su destino como Cordero de Dios. Varias veces, Satanás le tentó a abandonar el camino de la cruz para escoger un camino más fácil. Pero Jesus rechazó toda tentación y prosiguió a la meta, profundamente consciente del dolor que le esperaba. Cuando andaba por el mundo y veía el pecado y egoísmo a su alrededor, sabía que algún día, él solo tendría que llevar la terrible carga del pecado a favor de su pueblo, y este conocimiento le causó mucho dolor. Por eso, Isaías describe a Jesus en su vida humana como "varón de dolores, experimentado en quebranto."

En más de una ocasión, vemos a Jesus llorando. Cuando se acercaba a Jerusalén una semana antes de morir en la cruz, empezó a llorar pensando en el juicio que vendría sobre aquella ciudad. "Cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella." (Lucas 19:41) En el griego original, la palabra es aun más fuerte-- literalmente significa que "rompió en llanto." Imagínate la escena. Jesus está en camino a Jerusalén con sus discípulos para entrar en triunfo en la ciudad, rodeado de gente que gritan "¡Hosanna al Hijo de Davíd! ¡Hosanna en las alturas!" Y de repente, Jesus, viendo la ciudad, rompe en llanto, pensando en el juicio que vendrá sobre ella. Todo el mundo se está regocijando, pero Dios mismo está lamentando sobre la ciudad amada.

Se ve esta misma tristeza en Jesus cuando estaba delante de la tumba de Lázaro. Viendo la terrible realidad de la muerte, leemos que "Jesus lloró." Otra vez, la palabra en el girego original es muy fuerte; significa que "se deshizo en lágrimas." ¡Qué cuadro más conmovedor de la humanidad de nuestro Señor Jesucristo! En Jesus, no vemos un Dios indiferente o alejado de nuestra condición de humana, sino un Dios tan lleno de amor que se vistió de la debilidad de nuestra carne para sentir personalmente toda la gama de sentimientos humanos que nosotros sentimos. Entró plenamente en la experiencia de dolor, y llegó hasta un extremo de dolor en Calvario que ningún otro ser humano jamás ha experimentado.

¿Quién puede expresar con palabras el profundo dolor que nuestro Señor sintió en el huerto de Getsemaní, cuando les dijo a sus discípulos, "Mi alma está muy triste, hasta la muerte." ¿Alguna vez te has sentido tan triste que creías que ibas a morir de tristeza? Pues, nuestro Dios conoce por experiencia personal esa clase de tristeza.

El Verbo de Dios entró plenamente, pues, en nuestra experiencia humana. Sin embargo, no debemos pensar que, al hacerse hombre, el Verbo haya perdido ninguno de sus atributos divinos. Al hacerse hombre, la divinidad del Verbo no ha sido absorbida en la humanidad. Si Dios perdiera sus atributos divinos, dejaría de ser Dios. Por lo cual, tenemos que confesar que el Verbo se hizo hombre, sin dejar de ser Dios. Por supuesto, hay un misterio aquí-- una verdad que está por encima de nuestra comprensión humana. ¿Quién puede explicar cómo la misma Persona que yace en brazos de una madre humana, al mismo tiempo, puede llenar todo el universo y sostener todas las cosas con la palabra de su poder? ¿Quién puede explicar cómo el Dios todopoderoso puede convertirse en un campesino hebreo del primer siglo, sin dejar de ser Dios? ¿Quién puede explicar como la misma Persona puede vivir la vida infinita de Dios, y al mismo tiempo, la vida limitada y dolorosa de un ser humano? Nadie puede explicarlo. Lo único que podemos hacer es confesarlo. . .¡y adorar al Verbo encarnado! .

III. El Propósito de la Encarnación --

¿Por qué tuvo que encarnarse el Verbo de Dios en este mundo? Sencillamente, para "salvar a su pueblo de sus pecados" (Mateo 1:21). Es la encarnación de Dios lo que hace posible nuestra redención del pecado. Si Jesucristo no hubiera nacido en este mundo como un ser humano, nosotros hubiéramos tenido que permanecer bajo el poder y condenación de nuestros pecados eternamente. Por causa del primer pecado de Adán, todos nosotros, como raza, perdimos la buena posición delante de Dios que Adán disfrutaba al principio de la historia. Por naturaleza, todos yacemos ahora bajo la ira de Dios, habiendo perdido cualquier esperanza natural de tener paz con Dios y gozo en su presencia. Nuestro estado natural ahora es como lo describe el Catecismo Menor de Westminster: "Toda la humanidad, por causa de su caída, perdió comunión con Dios, y está expuesta a todas las miserias de esta vida, a la muerte misma, y a los dolores del infierno para siempre."

Cuando Dios tomó la decisión de redimir para sí un pueblo del pecado, vio que la única manera de hacerlo fue enviar a su propio Hijo en nuestra naturaleza a este mundo. Ya que el hombre había ofendido la infinita santidad de Dios rebelando contra Dios, el hombre tenía que honrar la justicia de Dios. ¿Cómo? Sufriendo la pena del pecado. Ningún hombre puede liberarse de esta pena por sus propias obras. Por esta razón, Dios se hizo hombre, a fin de que, como hombre, pudiera sufrir la pena del pecado en nuestro lugar y cumplir positivamente con su obediencia todos los requisitos de la ley de Dios. De este modo, nos libró de la "maldición de la ley" (Gálatas 3:13).

Nuestra redención del pecado hubiera sido imposible, pues, aun para Dios, aparte de la encarnación de Cristo. ¿De qué otra manera podría Dios que es espíritu, sufrir por los pecados del hombre que es carne? Para sufrir una pena humana, era necesario que Dios tomara una naturaleza humana. La sangre de los toros y de los machos cabríos jamás podría quitar los pecados. . .pero la sangre de Jesucristo, sí. Ya que Jesus comparte con nosotros una naturaleza humana, puede llevar en su propio cuerpo y alma la pena humana que nuestro pecado merece. Y siendo él mismo Dios, todo lo que hace como ser humano tiene un valor divino. La justicia de Cristo es la justicia de Dios. La sangre de Cristo es la sangre de Dios. Su triunfo es el triunfo de Dios. Sus dos naturalezas-- humana y divina-- le capacitan, pues, para ser nuestro Salvador.

En resumen, termino con estas palabras de Peter Lewis:

"Como cristianos, adoramos a Jesucristo por su naturaleza divina, pero nunca debemos olvidarnos de su humanidad, porque es la "gran adquisición" que hizo posible nuestra redención. En su humanidad, vino a nuestro lado para ayudarnos; en ella, nos abrazó como nuestro Hermano; y en ella, murió como nuestro Redentor. Como Dios y Hombre, sigue reinando sobre este universo y sigue comunicándonos, desde el cielo, la gracia de Dios. Es en la humanidad de Jesus que encontramos a un Dios cercano a nosotros. Por eso, le adoramos como Emanuel, Dios con nosotros." Padre, Hijo, Espíritu Santo – cada una de estas Personas es Dios; sin embargo, no hay tres dioses. Mas bien, hay un solo Dios que existe en tres Personas.

RESUMEN: El Verbo de Dios es la Persona de nuestro Señor Jesucristo en su pre-existencia con el Padre desde toda la eternidad. Se llama el Verbo porque, al igual que un hombre se expresa a través de sus palabras, Dios el Padre expresa todo lo que El es a través de su Palabra, Jesucristo. Como dice el teólogo español, Francisco Lacueva, Jesus "agota la expresión de la Verdad de Dios." Si no fuera así, sería blasfemia atribuirle a él los atributos de Dios. No obstante, la Biblia enseña con toda claridad que en Jesus habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad (Colosenses 2:9). Por lo cual, es justo que le glorifiquemos como Dios.

 La respuesta correcta a su Majestad divina es postrarnos ante El en adoración, porque él es nuestro Creador. "Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de los que ha sido hecho, fue hecho" (Juan 1:3). Las estrellas innumerables del cielo, las partículas infinitamente pequeñas del mundo atómico – "todo fue creado por medio de él y para él" (Colosenses 1:16). Por lo cual, nuestros antepasados en la fe no se equivocaron, pues, cuando confesaron acerca de Jesus lo siguiente:

"Creemos en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
Nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,
Engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre,
Por quien todo fue hecho. . ."           
(Credo de Nicea)

 ¿Te has dado cuenta de la gloria de la Persona de Jesucristo? Si no has caído de rodillas delante de su Grandeza, confesándole "Señor y Dios," aún no sabes quién es él.

II. El Verbo Fue Hecho Carne

 Sin embargo, hay un misterio aun más grande encerrado en Juan 1:14 que trasciende aun la revelación de Dios como una Trinidad de Personas. Es la verdad de que, en un momento específico de la historia, el Verbo de Dios fue "hecho carne." ¿Qué significan estas palabras tan maravillosas?

A. Lo Que No Significan

 A lo largo de los siglos, han surgido varias enseñanzas erróneas sobre el significado de estas palabras en Juan 1:14. Algunos teólogos, deseando hacer la enseñanza bíblica más comprensible a la razón humana, han logrado "rebajar" la revelación divina, y la verdad de la encarnación ha quedado mutilada, si no negada completamente.

 Por ejemplo, en el segundo siglo después de Cristo, los gnosticos decían que Dios, siendo espíritu, no puede tomar literalmente carne humana. Decían eso porque, para los gnósticos, el mundo material era intrínsicamente pecaminoso, y como Dios es un ser puro, no puede unirse con aquello que es pecaminoso. Por lo cual, no puede asumir un cuerpo material de carne y sangre. Los gnósticos decían que Jesus no tomó carne humana literalmente, sino sólo la apariencia de carne.

 En realidad, era como un fantasma que parece real a los sentidos humanos, pero no tiene realidad material o física. Estos gnósticos también se llamaban "docetistas," que viene de la palabra griega dokeo ("apariencia" o "semejanza") porque ellos decían que Jesus sólo parecía tener un cuerpo de carne y sangre, pero en realidad, su cuerpo no era nada más que un espejismo.

 El docetismo no era un simple error. Era una negación de la fe cristiana, porque la Biblia insiste muchas veces que Jesus literalmente se hizo carne. Además, como veremos a continuación, era necesario que Jesus tomara literalmente una naturaleza como la nuestra para redimirnos mediante su muerte en la cruz. Su cuerpo tenía que ser un cuerpo real, no un espejismo, porque sólo un cuerpo real puede sentir los dolores de la muerte.

 Negar la realidad del cuerpo de Jesus es negar el evangelio mismo, porque según Hebreos 10:10, "...somos sanctificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre". Jesus no nos salvó enseñándonos como profeta, ni dejándonos ejemplo con su buenas obras, sino que nos salvó con el sacrificio literal de su cuerpo en la cruz de Calvario. Negar esa realidad física, dolorosa, y sangrienta, es negar el evangelio mismo.

 En el siglo IV, Apolinar de Laodicea propagó otra enseñanza erronea sobre la encarnación. No negaba la realidad física del cuerpo de Jesus, pero de forma más sútil, negaba su plena humanidad. Decía que la palabra "carne" en Juan 1:14 se refiere exclusivamente al cuerpo físico de Jesus. El Verbo de Dios tomó un cuerpo físico, pero no un alma humana. El cuerpo humano de Jesus era una especie de disfráz. Piensa en cómo se visten las personas en una fiesta de disfraces.

 Puede que algunos se vistan de brujas, o fantasmas, o vampiros; pero nadie se asusta, porque ponerse un disfraz de vampiro no te convierte literalmente en un vampiro. Apolinar decía que Jesus parecía ser un hombre como nosotros porque tenía el cuerpo material de un hombre, pero detrás de este "disfraz" físico, no había un alma racional como la nuestra-- solamente su naturaleza divina.

 Este es un error más sutíl que el docetismo, pero en realidad, es otra forma de docetismo, porque decir que Jesus no tenía un alma humana es negar su plena humanidad. Según Apolinar, Jesus sólo se disfrazó de hombre, pero no se hizo hombre literlamente. Tomó un cuerpo humano, pero no entró en toda la experiencia intelectual, emocional, y espiritual de la vida humana.

 El misterio de la encarnación consiste en esto-- que Jesus, sin dejar de ser Dios y sin perder ninguno de su atributos divinos, tomó, en el seno de la Virgen María, una naturaleza humana igual que la nuestra. No tomó un cuerpo solamente, sino tamibién, un alma racional como la nuestra. Fue hecho semejante a nosotros en todo, excepto sin pecado. Como dice el pastor británico Peter Lewis,

 "El Verbo eterno tomó, no sólo una fisiología humana, sino también, una psicología humana. Era, y es Dios, no en semejanza de hombre, sino en la naturaleza de hombre; no Dios disfrazado, sino Dios encarnado. No habitó entre nosotros solamente; se hizo uno de nosotros, poseyendo, como suya propia, una naturaleza humana verdadera y plena desde el momento de su concepción."

B. Lo Que Significa

 Este es el verdadero significado, pues, de las palabras tan asombrosas en Juan 1:14, "El Verbo fue hecho carne." En un momento de la historia, hace dos mil años aproximadamente, el Verbo de Dios tomó una naturaleza humana en el seno virginal de María, y se hizo una pequeña criatura, dependiente del cuidado de sus padres como cualquier otro bebé. Cuando tenía hambre, tomaba el pecho de su madre, y cuando se ensuciaba, tenía que tener sus pañales cambiados. No debemos pensar que Jesus fuera diferente a cualquier otro bebé en su aspecto o comportamiento.

 No yacía en el pesebre siempre calladito y con una aureola sobre su cabecita – como se ve en las postales de la Navidad. Mas bien, lloraba cuando tenía hambre o sueño; temblaba en el frío de la noche, tenía que ser abrigado como cualquier otro niño. Participó de nuestra debilidad humana – este es el significado de la palabra "carne" en Juan 1:14.

 Si tú o yo hubiésemos visto a Jesus en su niñez o en su adolescencia, le hubiéramos visto como "otra flor más" en el gran campo de hierba que es este mundo. No habríamos notado nada en su apecto para destacarle entre la multitud de gentes. "Subirá cual renuevo delante de Jehová, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos" (Isaías 53:2). No había nada espectacular en su aspecto para distinguirle de los demás hombres.

 Además, la humanidad de Jesus se desarrolló a lo largo de los años, física, emocional, intelectual y espiritualmente. Por ejemplo, a la edad de doce años ya estaba consciente de su identidad como Hijo de Dios, pues, le dijo a su madre que tenía que estar en los negocios de su Padre – obviamente se refería a su Padre eterno. Pero al mismo tiempo, leemos lo siguiente acerca de su desarrollo: "Jesus crecía en sabiduría y en estatura y en gracia para con Dios y los hombres" (Lucas 2:52). En este versículo, vemos un desarrollo intelectual ("sabiduría"), físico ("estatura"), y espiritual ("gracia").

 ¿Cómo se puede decir que el Hijo de Dios, en su humanidad, creció espiritualmente? Hebreos 5:8 nos enseña que Jesus, "aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia". Jesus aprendió la obediencia, pero no a través de fracasos morales. Nunca peco; sin embargo, durante su vida, el Padre le expuso a tentaciones y pruebas cada vez mayores, y por medio de ellas, su santa voluntad humana fue probada y fortalecida.

 Los cuatro evangelios demuestran de diversas maneras la plena humanidad de nuestro Señor. En cuanto a su vida física, leemos que Jesus experímentó hambre y sed en el desierto y cansancio después de un largo día de ministerio a las multitudes. En una ocasión, le vemos durmiendo en la proa de una barca cuando cruzaba el mar de Galilea con sus discípulos.

 Además, vemos manifestaciones de su vida emocional. Cuando Jesus vio a las multitudes como ovejas sin pastor, leemos que "tuvo compasión de ellos" (Marcos 6:34), y cuando sanó a un enfermo, el texto menciona la "misericordia" que Jesus sintió cuando le tocó (Marcos 1:41).

 Otra emoción sorprendente que vemos en Jesus es la emoción de la ira. Cuando estaba a punto de sanar a un hombre en el Día de Reposo, vio los corazones endurecidos de los líderes religiosos a su alrededor, y el texto dice que Jesus, "mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano" (Marcos 3:5). Expresó su ira de forma física en el Templo cuando, en dos ocasiones distintas, echó fuera los cambistas que profanaban el Templo con sus negocios.

 Marcos nos dice que Jesus "comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas" (Marcos 11:15). Juan nos habla de como Jesus, airado, hizo un azote de cuerdas para echar a la gente fuera del Templo. Fue literalmente "consumido de celo" por la casa de su Padre en aquella ocasión.

 Otra emoción que vemos en el Señor es el gozo. Le vemos disfrutando de estar en banquetes y en la presencia de sus amigos. Por eso, sus enemigos le criticaron y le acusaron de ser "un hombre comilón y bebedor de vino" (Mateo 11:19). Obviamente, Jesus disfrutaba de los gozos de esta vida y, sobre todo, el gozo de estar con sus amigos.

Compasión, ira, gozo – todas estas emociones demuestran la plena humanidad de nuestro Señor. Sin embargo, creo que la manifestación más conmovedora de su humanidad se ve en su experiencia de tristeza. Jesus disfrutó de los gozos de la vida, pero al mismo tiempo, vivió toda su vida bajo la sombra de la cruz, y esa sombra le hizo profundamente turbado y entristecido cuando pensaba en su destino como Cordero de Dios. Varias veces, Satanás le tentó a abandonar el camino de la cruz para escoger un camino más fácil.

 Pero, Jesus rechazó toda tentación y prosiguió a la meta, profundamente consciente del dolor que le esperaba. Cuando andaba por el mundo y veía el pecado y egoísmo a su alrededor, sabía que algún día, él solo tendría que llevar la terrible carga del pecado a favor de su pueblo, y este conocimiento le causó mucho dolor. Por eso, Isaías describe a Jesus en su vida humana como "varón de dolores, experimentado en quebranto".

 En más de una ocasión, vemos a Jesus llorando. Cuando se acercaba a Jerusalén una semana antes de morir en la cruz, empezó a llorar pensando en el juicio que vendría sobre aquella ciudad. "Cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella" (Lucas 19:41). En el griego original, la palabra es aun más fuerte – literalmente significa que "rompió en llanto." Imagínese la escena. Jesus está en camino a Jerusalén con sus discípulos para entrar en triunfo en la ciudad, rodeado de gente que gritan "¡Hosanna al Hijo de Davíd! ¡Hosanna en las alturas!" Y de repente, Jesus, viendo la ciudad, rompe en llanto, pensando en el juicio que vendrá sobre ella. Todo el mundo se está regocijando, pero Dios mismo se está lamentando sobre la ciudad amada.

 Se ve esta misma tristeza en Jesus cuando estaba ante la tumba de Lázaro. Viendo la terrible realidad de la muerte, leemos que "Jesus lloró". Otra vez, la palabra en el griego original es muy fuerte; significa que "se deshizo en lágrimas." ¡Qué cuadro más conmovedor de la humanidad de nuestro Señor Jesucristo! En Jesus, no vemos un Dios indiferente o alejado de nuestra condición humana sino un Dios tan lleno de amor que se vistió de la debilidad de nuestra carne para sentir personalmente toda la gama de sentimientos humanos que nosotros sentimos. Entró plenamente en la experiencia de dolor, y llegó hasta un extremo de dolor en Calvario que ningún otro ser humano jamás ha experimentado.

 ¿Quién puede expresar con palabras el profundo dolor que nuestro Señor sintió en el huerto de Getsemaní, cuando les dijo a sus discípulos, "Mi alma está muy triste, hasta la muerte"? ¿Alguna vez te has sentido tan triste que creías que ibas a morir de tristeza? Pues, nuestro Dios conoce por experiencia personal esa clase de tristeza.

 El Verbo de Dios entró plenamente, pues, en nuestra experiencia humana. Sin embargo, no debemos pensar que, al hacerse hombre, el Verbo haya perdido ninguno de sus atributos divinos. Al hacerse hombre, la divinidad del Verbo no ha sido absorbida en la humanidad. Si Dios perdiera sus atributos divinos, dejaría de ser Dios. Por lo cual, tenemos que confesar que el Verbo se hizo hombre, sin dejar de ser Dios. Por supuesto, hay un misterio aquí – una verdad que está por encima de nuestra comprensión humana.

 ¿Quién puede explicar cómo la misma Persona que yace en brazos de una madre humana, al mismo tiempo puede llenar todo el universo y sostener todas las cosas con la palabra de su poder? ¿Quién puede explicar cómo el Dios todopoderoso puede convertirse en un campesino hebreo del primer siglo, sin dejar de ser Dios? ¿Quién puede explicar como la misma Persona puede vivir la vida infinita de Dios, y al mismo tiempo, la vida limitada y dolorosa de un ser humano? Nadie puede explicarlo. Lo único que podemos hacer es confesarlo. . .¡y adorar al Verbo encarnado! .

III. El Propósito de la Encarnación

 ¿Por qué tuvo que encarnarse el Verbo de Dios en este mundo? Sencillamente, para "salvar a su pueblo de sus pecados" (Mateo 1:21). Es la encarnación de Dios lo que hace posible nuestra redención del pecado. Si Jesucristo no hubiera nacido en este mundo como un ser humano, nosotros hubiéramos tenido que permanecer bajo el poder y condenación de nuestros pecados eternamente. Por causa del primer pecado de Adán, todos nosotros, como raza, perdimos la buena posición delante de Dios que Adán disfrutaba al principio de la historia.

 Por naturaleza, todos yacemos ahora bajo la ira de Dios, habiendo perdido cualquier esperanza natural de tener paz con Dios y gozo en su presencia. Nuestro estado natural ahora es como lo describe el Catecismo Menor de Westminster: "Toda la humanidad, por causa de su caída, perdió comunión con Dios, y está expuesta a todas las miserias de esta vida, a la muerte misma, y a los dolores del infierno para siempre."

 Cuando Dios tomó la decisión de redimir para sí un pueblo del pecado, vio que la única manera de hacerlo fue enviar a su propio Hijo en nuestra naturaleza a este mundo. Ya que el hombre había ofendido la infinita santidad de Dios rebelando contra Dios, el hombre tenía que honrar la justicia de Dios. ¿Cómo? Sufriendo la pena del pecado. Ningún hombre puede liberarse de esta pena por sus propias obras. Por esta razón, Dios se hizo hombre, a fin de que, como hombre, pudiera sufrir la pena del pecado en nuestro lugar y cumplir positivamente con su obediencia todos los requisitos de la ley de Dios. De este modo, nos libró de la "maldición de la ley" (Gálatas 3:13).

 Nuestra redención del pecado hubiera sido imposible, pues, aun para Dios, aparte de la encarnación de Cristo. ¿De qué otra manera podría Dios que es espíritu, sufrir por los pecados del hombre que es carne? Para sufrir una pena humana, era necesario que Dios tomara una naturaleza humana. La sangre de los toros y de los machos cabríos jamás podría quitar los pecados... pero la sangre de Jesucristo, sí.

 Ya que Jesús comparte con nosotros una naturaleza humana, puede llevar en su propio cuerpo y alma la pena humana que nuestro pecado merece. Y siendo él mismo Dios, todo lo que hace como ser humano tiene un valor divino. La justicia de Cristo es la justicia de Dios. La sangre de Cristo es la sangre de Dios. Su triunfo es el triunfo de Dios. Sus dos naturalezas –humana y divina– le capacitan, pues, para ser nuestro Salvador.

 En resumen, termino con estas palabras de Peter Lewis:

"Como cristianos, adoramos a Jesucristo por su naturaleza divina, pero nunca debemos olvidarnos de su humanidad, porque es la "gran adquisición" que hizo posible nuestra redención. En su humanidad, vino a nuestro lado para ayudarnos; en ella, nos abrazó como nuestro Hermano; y en ella, murió como nuestro Redentor. Como Dios y Hombre, sigue reinando sobre este universo y sigue comunicándonos, desde el cielo, la gracia de Dios. Es en la humanidad de Jesus que encontramos a un Dios cercano a nosotros. Por eso, le adoramos como Emanuel, Dios con nosotros."

Escribió: Martín Rizley,
España

Para su edificación espiritual, lea la Biblia aquí.
 



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